domingo, septiembre 09, 2007

Ecos



Cuando muera quiero que suene la música de los más grandes poetas, que canten todos los labios, que hable Neruda.
Que suenen las gaitas escocesas, la mejor música de todas. Por última vez, por siempre, por siempre.

Quiero que me entierren en un rincón, en las calles de san ángel, de coyoacán, o cerca del arcoiris, junto al cielo.
Que me entierren allá, no quiero ir a Gayoso, ni que anuncien mi muerte en los periódicos, tampoco a familiares ni amigos. De cualquier forma irían por compromiso, no por verme.

Quiero que me entierren en la calle más solitaria y desconocida de todas, arriba una placa discreta, que sólo los insectos la puedan ver, no para los ojos de los hombres.

Quiero que le digan a las hormigas, a los duendes y a las sirenas. Ellos sabrán que hacer conmigo. Dénles mi cuerpo a las plantas y a las rocas, que de sugerencias el cielo a la tierra sobre mi cuerpo; que me protegan las hadas, que me cuiden las piedras y hagan de mí un verdadero funeral, ellas son sabias, sabrán cómo hacerlo.