viernes, septiembre 21, 2007

El pulpo


Terminé de bañarme, me sacaba las pocas gotas que aún quedaban en mi cuerpo. En la cortina del baño apareció un tentáculo gigante, color carne, como mi piel. Sabía de quien era, lo sabía perfectamente, lo había estado esperando desde hace tiempo, lo quería ver.

Salí desnudo, y estaba un pulpo enorme, gigantesco que salía por el escusado, era el más grande que había imaginado Julio Verne, era mayor, mucho mayor, no cabía en el baño. Sus tencáculos eran fuertes y comenzaban a envolverme suavemente, sin mucha resistencia. Me faltaba el aire, era hermoso, sus ojos era lo único que pude recordar antes de que me asfixiara, sus ojos gastados de tanto navegar por los caños, por los cielos, por las aguas, eran muy parecidos a los míos, faltaba poco, sus brazos estaban ya en mi cuello, no tocaba el piso, estaba volando, el oxígeno se había ido, era verdad lo que dicen los científicos, cada vez que aprieta esos músculos repletos de algas a su presa, aparecen pequeñas navajas que están escondidas debajo de su piel rosa, púrpura. Da igual. Dejé de respirar, extrañé el aire que se había ido.


Qué fascinante es morir así, dentro de un sueños, morir por mis propios sueños, por un sueño.